No hubo paisaje ni territorio de España que quedase ajeno a la Guerra Civil que, tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936 ocasionó un terror sin parangón. Ni el pequeño pueblo de Islares se salvó de las consecuencias del conflicto y las décadas de dictadura a su finalización.
Cinco años antes del inicio de la guerra, en 1931, la República había dotado de un suministro de agua a Islares, tras décadas de peticiones, para subsanar la escasez de agua potable.
Construcciones defensivas en la costa
Después del posicionamiento de los golpistas y el sofocamiento de los insurrectos en algunas zonas de España, la franja Cantábrica quedó aislada de la España republicana. Asturias, Cantabria y el País Vasco trataron de resistir el avance de las tropas de Franco y los aliados internacionales que, en el caso de Cantabria e Islares, tuvieron una importancia vital.
Con la ofensiva de verano de 1937, el acorazado Almirante Cervera bombardeó posiciones en la costa de Islares el 2 de abril de 1937, después del acoso emprendido contra Vizcaya del mes de marzo. Una de ellas fue una posición -cuya localización no está determinada-en la franja de mar de Cerdigo. Por otro lado, conscientes de la importancia de las comunicaciones, el mismo barco disparó sin acierto contra el Puente del Pontarrón de Guriezo.
El buque Cervera poseía 176 metros de eslora, un desplazamiento de 7.976 toneladas, equipado con 8 cañones y una tripulación de 560 marinos. Era apodado ‘El Chulo del Cantábrico’ por la capacidad para moverse sin que otras embarcaciones lo atemorizasen. Uno de sus cañones encontró acomodo en el parque junto a la ría de Limpias, tras el desguace del buque.
De aquella época de los ataques desde la mar está testimoniada la presencia del nido de ametralladoras que aún se conserva en Erillo, y de otro entre Sonabia y la playa de Oriñón. Ambos intentaban neutralizar el acercamiento de barcos en la bahía, con posiciones orientadas hacia Cabo Cebollero desde Islares, y hacia la Punta de Islares desde el puesto cercano al cargadero de Sonabia.
El avance franquista
Con la toma de Bilbao en junio de 1937 y la huida de las tropas y el Gobierno Vasco con dirección a Santander, en la frontera de Castro-Urdiales con Vizcaya se enfrentan ambos bandos.
Dos divisiones de XIV Cuerpo del Ejército Republicano con la II y III Brigadas Navarras atacan por el interior apoyadas en la costa por el cuerpo mixto español-italiano «Flechas Negras». Los aviones de la Legión Condor martillean a las columnas que dejan Bilbao, y de forma inexorable el avance de los golpistas continúa hacia Cantabria.
A primera hora de la tarde del 24 de agosto, la Brigada «Flechas Negras» del CTV, tomaba Castro-Urdiales, Mioño, Santullán, Sámano, Islares y alcanzaba el río Aguera.
Ese mismo día, en el Pontarrón de Guriezo se firmarán entre los fascistas italianos y las tropas nacionalistas vascas, la rendición conocida como «Pacto de Santoña». De facto, el acuerdo detallaba que 30.000 hombres se entregarían a los italianos entre las 6 y las 7 horas de la mañana siguiente, 2.000 hombres por el Puente del Rio Aguera y 8.000 por el Puente de la Magdalena.
Aunque se denomine así, debido a que en Santoña estaba parte del contingente de soldados y los dirigentes del Gobierno Vasco, el acuerdo de rendición firmado con las tropas italianas, se llevó a cabo sobre el puente del río Agüera.
Como es conocido, el pacto no se cumplió, anulado por el General Dávila a instancias de Franco, apresando a los soldados.
La dura posguerra
La Guerra Civil había dinamitado la convivencia y la ideología o las imposiciones llevaron a participar activamente a algunos habitantes de Islares, algunos forzados a reclutarse.
Con la derrota de la República hubo represaliados como Mauricio Hurtado Ortiz, acusado de ser tesorero de la Junta Vecinal Administrativa de Islares ejerciendo además las funciones de Alcalde pedáneo «en ausencia del titular». La pena impuesta fue de seis años y un día, conmutados finalmente tras un año en la cárcel, a la que ingresó el 27 de agosto de 1937.
Otro vecino que sufrió prisión en la cárcel y simulacros de fusilamiento -tal y como él mismo atestiguó- fue Bautista Arruza Alegría, más conocido como «Tista».
Las décadas de los años, 40, 50, 60 y 70 hasta la muerte de Franco siguieron el mismo destino que todo el país, con una economía de autarquía y subdesarrollo que lo alejó de las democracias de la Europa Occidental. Numerosos vecinos de Islares se vieron forzados a emigrar fuera, especialmente a Madrid, Bilbao o incluso Bélgica, con la esperanza de prosperar.
El maquis y Bedoya
La muerte de Francisco Bedoya se ha tratado en numerosos estudios e incluso libros como «Juanín y Bedoya. Los últimos guerrilleros» (2007). Considerado uno de los últimos «maquis» que luchaban desde la clandestinidad contra Franco, o más bien contra la dictadura -bien por ideología o bien por necesidad-, su muerte acontece en Islares el 2 de diciembre de 1957.
Viajando en moto con su cuñado San Miguel hacia Francia, fue emboscado en el alto de Arenillas. Su propio familiar le había traicionado, algo que no les salvo a ninguno de los dos de ser ametrallados y asesinados por miembros de la Brigada Social y Política.
Un pequeño memorial está situado en la carretera, a la altura del punto por donde Francisco Bedoya huyó herido hacia el monte, antes de morir.
Ruta temática de la Guerra Civil en Islares
No existe un itinerario como tal, y los lugares indicados y citados son una propuesta propia de los gestores de la web www.islares.com, cuyo único vocación es el del recuerdo y la memoria del pasado.
La ruta de la Guerra Civil española lleva hasta el nido de ametralladoras de Erillo, el monumento a Paco Bedoya en la carretera de Arenillas y la cercana Cruz de Sota.